Ubicado en el corazón de la ciudad de Guadalajara, este recinto tuvo sus primeros indicios de gestación entre los años de 1833 a 1854 y, fue en 1855 cuando don Antonio Pérez Verdía presentó un proyecto al entonces gobernador del estado Santos Degollado, proponiendo el nombre de Teatro Alarcón en honor al poeta y dramaturgo Don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza. El inmueble sería después un verdadero coliseo, orgullo de Guadalajara y de México como obra arquitectónica y como palacio del arte.
El gobernador Santos Degollado ordenó su realización y determinó su contexto en el centro de la Plaza de San Agustín y convocó a todos los arquitectos para presentar planos sobre la idea. Solamente Jacobo Gálvez presentó proyecto y bajo su idea, en 1856, se dio inicio a una construcción histórica que no vería su final sino hasta 1964, ya que ésta se vio truncada infinidad de veces por diferentes causas. El gobernador Leonardo Márquez fue quien retomó la construcción y en el año de 1859 su sucesor, Luis Tapia, coloca la clave que cierra la bóveda central del edificio, única en el país y calificada como una obra que sola “basta para glorificar a su autor”, el arquitecto Jacobo Gálvez.
El Teatro Degollado posee los mismos lineamientos del Teatro Scala de Milán, su conjunto arquitectónico original se caracteriza por un pórtico de 16 columnas corintias, en el friso se puede leer la inscripción: “Que nunca llegue el rumor de la discordia”, tomada del Himno de Maitines.
En su entrada, se colocan majestuosamente cuatro portadas con canceles de fierro, que dan paso un patio con corredor en forma de rotonda con diez columnas que sostienen igual número de arcos. En sus costados está la entrada a las escaleras de palcos y plateas, además de las oficinas que actualmente son utilizadas por la administración del recinto y de la Orquesta Filarmónica de Jalisco.
El salón de espectáculos es al estilo italiano, con palcos superpuestos sostenidos por columnas corintias, que circundan el lunetario con 600 butacas; sobre ellos se encuentra la bóveda pintada con el canto de la obra de Dante. La parte superior representa una visita al cielo, que observada desde arriba resulta un celaje con nubes y fondos de oro, coros de ángeles y figuras tenues y transparentes como una atmósfera celestial; la parte inferior refleja el mundo bajo el cielo. En este recinto se intenta presentar lo mejor del arte escénico, el canto, el folclor por sobre todo, la música y actividades artísticas de calidad.